lunes, 5 de noviembre de 2012

POR EL CAMINO DE ANNUAL, 1921

La foto que acompaña este texto muestra una parte del camino que unía la posición de Ben Tieb con la de Annual, el camino trágico por el que marcharon las unidades que , en julio de 1921, se retiraron de la segunda posición ante la imposibilidad de poder mantenerse en el lugar, presionados por la harka  de Abdelkrim , y con la moral muy baja tras presenciar como la posición de Igueriben, a la vista de las tropas,  había caído en poder del enemigo rifeño y solo unos pocos de sus defensores habían llegado, en lastimoso estado, hasta el campamento de  Annual.


El dramático retroceso por el camino citado ha sido descrito, con gruesos trazos, por el teniente coronel  Pérez Ortiz  (De Annual a Monte Arruit…1923) y el capitán Sainz (Con el general Navarro…1924), así como por las declaraciones de los testigos en el  Expediente Picasso.

Camino de Ben Tieb a Annual (1921)

El camino de Annual había sido preparado por los ingenieros, sobre la antigua y peligrosa pista para personas y semovientes, con el fin de facilitar el paso de las tropas. Tras la inauguración de la carretera Batel- Drius, en mayo,  se pensó en la necesidad de habilitar la de Ben Tieb a Annual para facilitar el tránsito de carruajes. La 3ª compañía de        del capitán Andújar se situó en Ben Tieb, en un extremo del camino, y la 4ª, del capitán Ponce de León, que se unió a la 1ª, mandaba por el capitán Nieves Iglesias, ya situada en Izummar, en el otro extremo. Para contribuir a la protección de las obras se emplazaron baterías de posición en Annual, Izummar y Morabo de Sidi Mohammed.

Comenzadas las obras desde ambos puntos, el plan contenía la imprescindible rectificación del camino en algunos lugares y la construcción de puentes  o viaductos.

El día 28 de junio, muy poco antes de comenzar los dramáticos acontecimientos de julio, llegaban los camiones a Annual. Pese a la satisfacción con que el mando acogió el final de la obra, no todo el mundo quedó satisfecho. Al menos eso es lo que se deduce de la declaración del comandante de Artillería Martínez Vivas en Expediente por Responsabilidades y las conclusiones del propio expediente. Según el comandante el camino estaba batido por las alturas  y en dos o tres kilómetros pasaba por el fondo del barranco, lo que contribuyó a agravar las condiciones de la posterior retirada. En el expediente se lee que “se trazaban pistas y se utilizaban sendas, cuyas deficiencias de trazado  y condiciones destacaban en el camino de Annual a Izummar”.

Plano de posiciones entre Ben Tieb y Annual

En la foto vemos la situación de las posiciones que flanqueaban este tramo del camino. La de Yebel Uddia, fue evacuada durante los sucesos de días posteriores y sus defensores se refugiaron en la cercana posición Intermedia A, también señalada en la foto, donde el capitán Escribano Aguado eligió morir por las balas de sus soldados de San Fernando antes que entregar la posición. Todos los soldados murieron a manos de los rifeños. En la posición del Morabo, a 850 metros de altitud, visible en la foto,  con una sección de San Fernando al mando del teniente Nieves, tampoco hubo supervivientes.

lunes, 30 de mayo de 2011

MARTINEZ CAMPOS EN LA MAMUNIA (MARRAKECH, 1894)


El 18 de  enero de 1894, el general Martínez Campos embarcaba en Melilla en el Conde de Venadito, con rumbo al puerto marroquí de Mazagán, camino de Marrakech, donde, en representación del Gobierno español,  debía entrevistarse con el sultán Muley Hassan para llegar a un acuerdo que pusiera fin al conflicto armado que, desarrollado dentro de los límites de Melilla, se conoce como guerra de Margallo, por el nombre del que fue comandante general de Melilla y una de las bajas de aquella campaña.

El día 22 del mismo mes llega Martínez Campos a Mazagán, donde le esperaban un grupo de periodistas de los presentes en Melilla durante las operaciones militares y que habrían de acompañar al general y comitiva hasta Marrakech.

El itinerario seguido por la caravana ha sido descrito, en sus medios de comunicación, por todos los periodistas, sobresaliendo entre ellos la minuciosa descripción hecha por Rodrigo Soriano, primero en el diario monárquico La Época, del que era enviado especial, y poco más tarde en un libro, Moros y Cristianos. Notas de viaje, en el que el autor hizo un sugestivo relato del  viaje y de la estancia de los españoles en Marrakech.

La comitiva llegó a la ciudad el 28 de enero e inmediatamente fueron conducidos a su lugar de alojamiento, la célebre huerta de la Mamunía, lugar donde se alojaban  las embajadas enviadas desde Europa. 


Componentes de la embajada y agregados, en el patio del palacio de la Mamunía

El lugar produjo, entre los componentes de la embajada una unánime magnífica impresión, la misma que había producido a las embajadas europeas anteriores, entre ellas  las españolas  de Merry (1863) y  Villaurrutia (1882).

Siguiendo a Martinière (Souvenirs...1920) la Mamunía había sido una donación, en el siglo XVIII,  del sultán Sidi Mohammed ben Abdallah a su hijo Mamun, de donde viene su nombre, y en el siguiente siglo fue la residencia favorita del sultán Muley Abderrahman, cuando se llegaba hasta Marrakech. El teniente Washington, de la Marina Real británica, que acompañaba a una misión británica alojada en el lugar,  le calculaba en 1830 una extensión de sesenta mil metros cuadrados (Itineraire...1832) y según el oficial,  estaba plantada en "un estilo extravagante", mostrando una variopinta mezcla  de  árboles frutales con otras especies de los géneros más variados, como cedros, álamos, acacias, adelfas, mirtos, jazmines, cipreses y palmeras entre otros.

Escribía el teniente: Nada interrumpe la calma de este punto delicioso, a no ser el salto ligero de la gacela y el ruido de las caídas de agua en todas las direcciones...


Mejazni de la escolta del embajador en la Mamunía

En el huerto había tres edificios que Merry (Mi embajada...1863) describía como de estilo morisco, con suelos alicatados, aunque con ventanas cuadradas como las habituales en Europa, pabellones que servían de alojamiento a las embajadas. Como detalle de atención hacia los embajadores las habitaciones tenían camas de hierro a la europea, algo muy poco habitual en Marruecos.

Villaurrutia, 19 años más tarde,  tras un cansado viaje desde la costa, llegaba a la Mamunía, "a la sombra de cuyos magníficos olivos y naranjos pudimos descansar de las fatigas del viaje, respirando con placer un ambiente embalsamado y fresco”. (Una embajada...1883)

La misma grata impresión produjo a los integrantes de la embajada presidida por Martínez Campos en 1894. El periodista Eduardo Muñoz de El Imparcial, describe así la llegada: "...nos metimos más que deprisa en los deliciosos jardines de Mahmunia para saborear con delicia esta naturaleza oriental, magnífica y riquísima en luz y en aromas embriagadores". Y en otra ocasión: Los jardines son deliciosos. No es posible soñar cosa más hermosa... a no verlo diríase que solo existe en la fantasía de los orientales...

Boada escribía también (Allende...1895): ...es un lugar deleitoso, un oasis en medio del montón de ruinas y basuras de la ciudad.

Para una más extensa y detallada  descripción del huerto de la Mamunía remito a las crónicas de Boada y Soriano, así como a la del doctor Marcet, que acompañó a la embajada francesa en 1888 (Marruecos. Viaje...1888)

El general Martínez Campos se alojó en uno de los pabellones; el resto de sus acompañantes, jefes y oficiales y frailes franciscanos en lo que Boada llamaba Palacio, el cuerpo diplomático en el pabellón de la Sultana, y el resto, incluidos los periodistas, en tiendas de campaña.


Tiendas levantadas en la huerta de la Mamunía; al fondo, el magnífico alminar de la mezquita Kutubía

A la impresión acogedora del huerto se unía la magnífica vista que desde el mismo se contemplaba, con la impresionante altura del alminar de la Kutubía, la más representativa imagen de la ciudad,  en un primer plano, y el espléndido marco de las montañas del Gran Atlas al fondo.

Tras la llegada de los franceses a la ciudad, la Mamunía albergó un  hospital indígena, levantándose en ella varios pabellones, y en 1923 se inauguró en el lugar  el hotel que, con diversos nombres y varias reformas y reconstrucciones, ha llegado hasta hoy  como principal  y más conocido centro hostelero de la ciudad, conservando el nombre de la antigua huerta.

sábado, 11 de diciembre de 2010

DEL VIEJO NADOR

Nador, nuevo poblado (1911).

La foto adjunta  representa la actual ciudad de Nador en sus inicios, a principios de 1911. En primer término pueden verse los restos del viejo Nador, el antiguo pueblo, desaparecido en 1909.

En la documentación que ha pasado por mis manos, muy parcial, evidentemente, y que se refiere a esta zona del Norte de Marruecos, no se encuentran referencias concretas sobre el antiguo Nador. Ciertamente un pueblo de  tan reducidas dimensiones  y sin que su historia tenga relevancia alguna, difícilmente tendrá presencia, salvo de forma muy ocasional, en libros y documentos. El propio nombre de Nador no aparece hasta fines del siglo XIX. Hasta ese momento las referencias aluden solamente a la kabila de la que forma parte, Mazuza, de forma genérica, si bien es cierto que dentro de la kabila, el poblado más importante seguramente ha sido Nador. Dentro de la documentación existente en los archivo españoles  son relativamente frecuentes las alusiones a la cabila de Mazuza, pero casi siempre mirada bajo la óptica del enemigo secular de Melilla, es decir, considerando el número de combatientes a pie y a caballo con el que la plaza española podría enfrentarse en algún momento.

El primer documento que he visto en que se anota alguna información más, aunque muy simple, es una descripción de  Guelaya, de 1722, en el que aparece el siguiente párrafo: Por el Sur de Melilla, a distancia de dos leguas, están situados dos lugares, muy inmediatos uno de otro, llamados Mesujar y Fargana, que se componen entre los dos de 300 vecinos, entre los cuales pueden tomar armas 300 hombres, comprehendidos 20 cavallos. Hay una referencia genérica, pues, al número de hogares, y aparece el nombre de Farhana, con lo que podemos deducir que, como en la actualidad, ambos núcleos de población concentrada eran, si no únicos, que es lo más probable, los de mayor importancia de la kabila.

Ninguna referencia más he podido encontrar con relación a  estos pueblos. Hasta finales del siglo XIX, solamente siguen apareciendo, con frecuencia, datos sobre combatientes y su forma de guerrear. En la magnífica memoria que el capitán Alvear elaboró tras su estancia en Melilla en 1846, se extiende algo más sobre las kabilas de Guelaya y sus habitantes, pero sin referencias a poblados concretos, poniendo mayor énfasis en su condición de enemigas, si bien, excepcionalmente, también dedica algunos párrafos a describir el  carácter y costumbres de los naturales y las  producciones del país,

En 1886, y acompañando al cherif Uazani, llega por Melilla el explorador Duveyrier, procedente de Argelia; pasa por Nador, que él llama Mezudya, donde dice que vive Sidi el Hach Hadú. Se refiere, sin duda, el Hach Haddú ben Mesaud, al que Duveyrier  asigna la función de cadí, cuando en realidad era el caid de Mazuza. El explorador  afirmaba que “desde este elevado punto se disfruta de un hermoso panorama sobre la sebja”, la Mar Chica, que entonces estaba dividida en dos grandes charcas, puesto que desde hacía varios años la bocana estaba cerrada y no se volvería a abrir hasta el año siguiente, en 1887; de la sal procedente de las salinas formadas por la desecación los naturales hacían un lucrativo negocio. El hermoso panorama al que se refiere Duveyrier nos lleva al nombre de Nador; es decir, mirador, lugar desde se contempla un amplio panorama, que es el que se divisaba desde las llamadas Tetas o desde el monte Arbós, y que, en la misma línea, Moulièras traduce como atalaya; este autor describe, sucintamente, a Nador, como puerto de mar de 100 hogares. (Moulièras.- Le Maroc…1895)

Leo por primera vez el nombre de Nador en su Reseña general del Rif, publicada por Francisco Coello en 1894, dentro de un  Boletín de la Real Sociedad Geográfica, pero ignoro de donde lo ha tomado, puesto que Coello, que pasaba por ser el más distinguido geógrafo de su tiempo, no estuvo nunca en parte alguna del Rif. Probablemente de alguna revista geográfica francesa, que extraía su información de los numerosos rifeños que acudían año tras año a la recogida de la cosecha en Argelia. Es el mismo sistema utilizado por Duveyrier o Moulièras, e incluso por aquel embaucador llamado Alberto Suárez de Lorenzana, maestro de obras en la Comandancia de Ingenieros de  Melilla hacia 1889, que mandaba a la  Sociedad geográfica itinerarios supuestamente seguidos por él en  Marruecos (incluido el Rif) sin haber pisado nunca el país.

El marqués de Segonzac, que pasó por la zona en 1901, hizo una descripción algo más concreta de Nador. Viniendo del Sur, veía como en las laderas de los montes de Mazuza sus habitantes cultivaban los terrenos en  terrazas bordeadas de muros de piedra. El pueblo se componía de casas bajas, sin ventanas y con techos planos, casas que apenas se distinguían de las rocas desprendidas de la montaña. (Segonzac.- Voyages…1903)

Más detallada es la descripción que en 1907 daba El Telegrama del Rif con datos facilitados por Gabriel Delbrel, que en aquella época se hallaba preparando su conocido libro sobre el Rif. En números posteriores el diario proporcionaba más datos sobre el poblado.

Según el diario melillense Nador estaba formado por un caserío grande y compacto, de unas 150 viviendas  situadas en las laderas de las llamadas Tetas, a unos 150 metros del camino que de Zeluan conducía a Melilla, y todas ellas rodeadas de chumberas, como era habitual en todo el Rif. Eran unas viviendas primitivas, de paredes desiguales formadas por piedras unidas con una mezcla de barro y cal.

Nador 1909.

Al poblado había sufrido el saqueo de los partidarios del Roghi en dos ocasiones, en los años 1903 y 1905, y se veían muchas casas abandonadas; antes de comenzar la campaña de 1909, se estimaba que al menos dos terceras partes estaban deshabitadas, viviendo en ellas numerosos mendigos, en su mayor parte mujeres ciegas que pedían limosna en la carretera general. La población de Mazuza se estimaba en unas 7.000 almas, siendo Nador la población principal.

Por Manuel Becerra (Notas referentes…1909), en las cercanías del pueblo, tanto e las terrazas mencionadas como en las llamadas Huertas del Fid, en el llano, se cultivaba la cebada, con cuyo cereal se confeccionaba el pan, base de la alimentación del los naturales, y se hallaban árboles como olivos e higueras. Todas las huertas disponían de abundante agua, que se extraía de los pozos existentes en la mayoría de las fincas.

Nador 1910.

Tanto Nador como la zona circundante fueron abandonados en agosto de 1909, en plena campaña militar. Cuando las tropas entraron en el poblado, el 25 de septiembre siguiente  terminaron de destruir lo poco que quedaba indemne, para evitar que el enemigo se atrincherara en las viviendas. Solo permaneció casi intacta, algo dañada por los impacto de la artillería, la mezquita del poblado, un edificio conocido como  Yamaa al Baida, por el color blanco de sus paredes, edificio religioso que tenía la rara particularidad de no tener alminar, y que puede verse en una de las fotografías  que acompañan al texto. La destrucción del poblado fue muy criticada por la mayoría de los jefes y oficiales presentes en la zona, tal como asegura el norteamericano  Ashmead-Bartlett, presente en el lugar y espectador de los hechos. Por cierto que el corresponsal americano calificaba a Nador como “poblado muy bonito, amplio y disperso, densamente cubierto de chumberas”.

 Nador (Septiembre 1909)

Terminada la campaña, y establecido en el lugar un campamento español, el pueblo antiguo quedó abandonado, el zoco tradicional, que se hallaba en las cercanías fue trasladado al pie del Arbós, y sobre el llano inmediato a la Mar Chico  se fundó la actual ciudad de Nador, con proyecto del comandante de Ingenieros Luis Andrade Roca, cuyas primeros edificios pueden verse en la fotografía mencionada al principio.

lunes, 25 de octubre de 2010

LOS TELARES DEL RIF

Telar de Beni Bu Gafar.

La foto de Lázaro que acompaña al texto muestra uno de los antiguos telares utilizados en el Rif hasta que la implantación del protectorado en Marruecos y la difusión de tejidos de mayor calidad y de precio asequible a todo el mundo los hizo desaparecer, ya que en las tiendas del Mantelete de Melilla, en las que se vendían esta clase de géneros procedentes de la zona occidental de Marruecos, los ofrecían en mejores condiciones de calidad y precio. En todas las kabilas, desde Quebdana a Bocoya al menos, existían telares, al servicio, cada uno de ellos, de una o dos familias. La confección de tejidos en telares de este tipo constituía una de las pocas industrias existentes en la zona, industrias muy rudimentarias y limitadas, al decir de Delbrel (Geografía general….1911), pero que bastaban, a principios del siglo XX, para satisfacer las necesidades básicas de la población. Elementos artesanos de fabricación propia, que pasaban de padres a hijos desde tiempo inmemorial. Con las telas producidas se confeccionaban chilabas y jaiques cuyo cosido, curiosamente, en muchos casos era trabajo propio de los tolbas (estudiantes) y no de las mujeres como en principio se podía pensar; vestuario de uso familiar que en su mayor parte no se ponía en venta.
 
En 1921, cuando se elaboraron los llamados cuestionarios de kabilas, promovidos por el coronel Morales, la mayor parte de aquellos telares habían desaparecido, y en kabilas como le de Beni Bu Ifrur ya no quedaba ninguno. En cambio, en el mismo año, en las kabilas de Beni Sidel y, sobre todo en la de Beni Sicar, aun se conservaba la tradición, teniendo la primera unos 75 telares y la segunda 130.
 
Una chilaba llevaba 40 días de trabajo, entre el del telar y el de la confección, y su precio en el mercado podía alcanzar las 70 pesetas, el importe de lo que ganaba mensualmente un jornalero en Melilla.
 
La lana, de producción local o de kabilas cercanas, se lavaba y cardaba, se colocaba en la rueca y desde el huso de madera se liaba en la devanadera; los hilos se empaquetaban en madejas hasta llegar a la cantidad necesaria para elaborar la prenda; se colocaban en el telar los hilos que habían de formar la urdimbre, arrollados en unos trozos de caña lastrados con una piedra para mantenerlos tirantes; en la lanzadera de madera se colocaba el hilo transversal que debía formar la trama.
 
Con un pedal, los hilos de la urdimbre se separaban alternativamente de forma tal que la lanzadera, manejada manualmente por el artesano, penetraba entre aquellos.
 
Cada cinco o seis pasadas, un madero con púas apretaba el tejido para hacerlo compacto. Recientemente he visto en algún pueblo de Turquía un proceso similar.
 
Como a la lana no se le quitaba la materia grasa, las chilabas confeccionadas con aquella tela resultaban impenetrables para el agua. Las chilabas pardas, típicas del rifeño de modesta condición social, se hacían con lana negra, y los jaiques, más habituales en los notables de las kabilas, se fabricaban con lana blanca. En Beni Urriaguel se fabricaban chilabas de colores negro, blanco y colorado.
 
En la fotografía adjunta son claramente visibles el telar y, en primer plano, la rueca y la devanadera.

sábado, 25 de septiembre de 2010

ALHUCEMAS 8 DE SEPTIEMBRE DE 1925

 La foto fue tomada por la Aviación militar poco antes del desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925.

Llama la atención la total ausencia de señales de vida en la zona comprendida en la foto, pues ni siquiera se aprecia  tipo alguno de construcción ni de arbolado.

En ese terreno se levanta hoy la ciudad de Al-Hoceima.

Esta ciudad, que en la actualidad cuenta con una población de 60.000 habitantes, fue fundada en el mes de octubre siguiente, a instancias del general Saro, nombrado Jefe de la zona tras su ocupación por la columna que llevaba su nombre.

Con las fuerzas militares fueron llegando buen número de vendedores ambulantes que se fueron distribuyendo desordenadamente por el terreno. Eran aquellos a los que, según Guerrero (La columna Saro…1926)  los soldados llamaban irónicamente  capitalistas, pero que, según el mismo autor, resultaban imprescindibles por su labor humanitaria.

Inmediatamente fueron llegando solicitudes para establecer, junto con los habituales comercios, industrias, teatros, cines y otros tipos de pequeñas empresas.
Nuevo poblado del Quemado (noviembre 1925, album del general Saro).

Avanzado el mes de octubre, el general Saro entendió que había que poner orden en la zona, y para ello pensó que la mejor forma era la fundación de un nuevo poblado, poblado que en principio se llamaría  Cala-Quemado. Se dieron las oportunas órdenes al Estado Mayor, y este ordenó la confección, por parte del Cuerpo de Ingenieros, de un proyecto urbanístico, para lo que se realizó el oportuno plano. En él figuraban las líneas básicas urbanísticas que aún se conservan en la parte más antigua de la ciudad de Al-Hoceima, entre ellas la calle principal, a ambos lados de la cual se establecieron los principales comercios.

A fines de mes se reunieron se reunieron los jefes de Estado Mayor, Ingenieros, Artillería, Sanidad, Veterinaria y los principales comerciantes, de cuya reunión salió el Reglamento de organización del nuevo poblado, que fue aprobado por el general Saro el 30 del mismo mes.

El artículo 1º decía: Se entenderá por Poblado de Cala-Quemado el conjunto de edificaciones de mampostería y las llamadas chavolas enclavadas en las parcelas numeradas en el plano de urbanización proyectado por la Jefatura de Ingenieros del sec tor, y aprobado por la Superioridad, y habitadas por paisanos europeos, indígenas y hebreos dedicados al comercio o em pleados del Estado, todos los cuales quedan obligados a acatar y cumplir todo lo estatuido en el presente Reglamento y demás disposiciones que se dicten por la Junta Local o por la Autori dad Superior Militar del Sector.

Se designaba el emplazamiento de comerciantes e industriales, se creaba una Junta Local de Servicios, una Hacienda local llamada Fondo del Poblado, y se determinaban los distintos sistemas de recaudación.

Este es el núcleo fundacional de la ciudad que con el  tiempo se llamaría Alhucemas, Villa Sanjurjo y, en la actualidad, Al-Hoceima.

sábado, 20 de febrero de 2010

SIDI MESAUD (BENI BU GAFAR)

Morabo de Sidi Mesaud

La fotografía que acompaña a estas líneas ha sido una de las más divulgadas en publicaciones diversas durante la época del protectorado español en Marruecos, en las que algunas veces aparece sin identificación.
Original de Carlos Lázaro Muñoz, muestra en primer término el morabo de Sidi Mesaud, en la kabila de Beni Bu Gafar.
En ella puede verse el morabo y el kabileño a cargo del mismo, supuestamente un descendiente del propio santo. Al fondo se aprecia la playa y la confluencia de los arroyos Haduba y Timaardin, este último más conocido en la época a la que pertenece la foto (1914) como arroyo Sidi Mesaud. A la derecha, el Kol-la, una eminencia de unos 20 metros de altura, a cuyo pie se hallaba la desaparecida ciudad de Cazaza, cuyos últimos restos visibles desaparecieron en los años ochenta del pasado siglo tras una repoblación forestal.
La blancura del morabo, que destacaba sobre el paisaje circundante, servía de referencia a los navíos, según Vicendon (Description…1857), para identificar la zona. 

 
Sidi Mesaud (situación)

Gracias al especial impulso de Gabriel de Morales, involucrando de forma activa a las oficinas de Policía Indígena en la recuperación de la historia local basada casi en su totalidad en la tradición, se conservan las memorias derivadas de aquella magnífica iniciativa, de la que extraigo algunos de los datos que acompañan a la fotografía.
El morabo de Sidi Mesaud era (si no sigue siendo) al que más devoción y respeto profesaban los naturales de la kabila, basado en gran parte en las historias fantásticas que sobre él corrían.
Según unos Sidi Mesaud nació en la kabila; según otros llegó procedente de Granada hacia el año 1600, acompañado  de unos centenares  de moros españoles, estableciéndose en Beni Bu Gafar. Falleció  a los 20 años de su llegada, siendo enterrado en el santuario de su nombre.
Entre las varias leyendas forjadas alrededor de su personalidad, la tradición conservada menciona que en el montículo del Kol-la hubo un castillo construido hace mil años  por los portugueses; el castillo fue tomado por Sidi Mesaud, que lo voló por medio de minas, asegurando la memoria popular que al derrumbarse hizo naufragar a un barco inglés refugiado en la costa. En lo alto del Kol-la, efectivamente, podemos ver huellas del pasado, aunque creo más bien que se trata del lugar ocupado por el vigía de la costa en la antigua Cazaza.
En las ruinas del castillo, dice la leyenda, vivió Sidi Ahmed el Hach, cuya tumba se halla en el Gurugú, y cuyos descendientes viven o vivían en la península de Tres Forcas.