El 18 de enero de 1894, el general Martínez Campos embarcaba en Melilla en el Conde de Venadito, con rumbo al puerto marroquí de Mazagán, camino de Marrakech, donde, en representación del Gobierno español, debía entrevistarse con el sultán Muley Hassan para llegar a un acuerdo que pusiera fin al conflicto armado que, desarrollado dentro de los límites de Melilla, se conoce como guerra de Margallo, por el nombre del que fue comandante general de Melilla y una de las bajas de aquella campaña.
El día 22 del mismo mes llega Martínez Campos a Mazagán, donde le esperaban un grupo de periodistas de los presentes en Melilla durante las operaciones militares y que habrían de acompañar al general y comitiva hasta Marrakech.
El itinerario seguido por la caravana ha sido descrito, en sus medios de comunicación, por todos los periodistas, sobresaliendo entre ellos la minuciosa descripción hecha por Rodrigo Soriano, primero en el diario monárquico La Época, del que era enviado especial, y poco más tarde en un libro, Moros y Cristianos. Notas de viaje, en el que el autor hizo un sugestivo relato del viaje y de la estancia de los españoles en Marrakech.
La comitiva llegó a la ciudad el 28 de enero e inmediatamente fueron conducidos a su lugar de alojamiento, la célebre huerta de la Mamunía, lugar donde se alojaban las embajadas enviadas desde Europa.
Componentes de la embajada y agregados, en el patio del palacio de la Mamunía
El lugar produjo, entre los componentes de la embajada una unánime magnífica impresión, la misma que había producido a las embajadas europeas anteriores, entre ellas las españolas de Merry (1863) y Villaurrutia (1882).
Siguiendo a Martinière (Souvenirs...1920) la Mamunía había sido una donación, en el siglo XVIII, del sultán Sidi Mohammed ben Abdallah a su hijo Mamun, de donde viene su nombre, y en el siguiente siglo fue la residencia favorita del sultán Muley Abderrahman, cuando se llegaba hasta Marrakech. El teniente Washington, de la Marina Real británica, que acompañaba a una misión británica alojada en el lugar, le calculaba en 1830 una extensión de sesenta mil metros cuadrados (Itineraire...1832) y según el oficial, estaba plantada en "un estilo extravagante", mostrando una variopinta mezcla de árboles frutales con otras especies de los géneros más variados, como cedros, álamos, acacias, adelfas, mirtos, jazmines, cipreses y palmeras entre otros.
Escribía el teniente: Nada interrumpe la calma de este punto delicioso, a no ser el salto ligero de la gacela y el ruido de las caídas de agua en todas las direcciones...
Mejazni de la escolta del embajador en la Mamunía
En el huerto había tres edificios que Merry (Mi embajada...1863) describía como de estilo morisco, con suelos alicatados, aunque con ventanas cuadradas como las habituales en Europa, pabellones que servían de alojamiento a las embajadas. Como detalle de atención hacia los embajadores las habitaciones tenían camas de hierro a la europea, algo muy poco habitual en Marruecos.
Villaurrutia, 19 años más tarde, tras un cansado viaje desde la costa, llegaba a la Mamunía, "a la sombra de cuyos magníficos olivos y naranjos pudimos descansar de las fatigas del viaje, respirando con placer un ambiente embalsamado y fresco”. (Una embajada...1883)
La misma grata impresión produjo a los integrantes de la embajada presidida por Martínez Campos en 1894. El periodista Eduardo Muñoz de El Imparcial, describe así la llegada: "...nos metimos más que deprisa en los deliciosos jardines de Mahmunia para saborear con delicia esta naturaleza oriental, magnífica y riquísima en luz y en aromas embriagadores". Y en otra ocasión: Los jardines son deliciosos. No es posible soñar cosa más hermosa... a no verlo diríase que solo existe en la fantasía de los orientales...
Boada escribía también (Allende...1895): ...es un lugar deleitoso, un oasis en medio del montón de ruinas y basuras de la ciudad.
Para una más extensa y detallada descripción del huerto de la Mamunía remito a las crónicas de Boada y Soriano, así como a la del doctor Marcet, que acompañó a la embajada francesa en 1888 (Marruecos. Viaje...1888)
El general Martínez Campos se alojó en uno de los pabellones; el resto de sus acompañantes, jefes y oficiales y frailes franciscanos en lo que Boada llamaba Palacio, el cuerpo diplomático en el pabellón de la Sultana, y el resto, incluidos los periodistas, en tiendas de campaña.
Tiendas levantadas en la huerta de la Mamunía; al fondo, el magnífico alminar de la mezquita Kutubía
A la impresión acogedora del huerto se unía la magnífica vista que desde el mismo se contemplaba, con la impresionante altura del alminar de la Kutubía, la más representativa imagen de la ciudad, en un primer plano, y el espléndido marco de las montañas del Gran Atlas al fondo.
Tras la llegada de los franceses a la ciudad, la Mamunía albergó un hospital indígena, levantándose en ella varios pabellones, y en 1923 se inauguró en el lugar el hotel que, con diversos nombres y varias reformas y reconstrucciones, ha llegado hasta hoy como principal y más conocido centro hostelero de la ciudad, conservando el nombre de la antigua huerta.
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