sábado, 11 de diciembre de 2010

DEL VIEJO NADOR

Nador, nuevo poblado (1911).

La foto adjunta  representa la actual ciudad de Nador en sus inicios, a principios de 1911. En primer término pueden verse los restos del viejo Nador, el antiguo pueblo, desaparecido en 1909.

En la documentación que ha pasado por mis manos, muy parcial, evidentemente, y que se refiere a esta zona del Norte de Marruecos, no se encuentran referencias concretas sobre el antiguo Nador. Ciertamente un pueblo de  tan reducidas dimensiones  y sin que su historia tenga relevancia alguna, difícilmente tendrá presencia, salvo de forma muy ocasional, en libros y documentos. El propio nombre de Nador no aparece hasta fines del siglo XIX. Hasta ese momento las referencias aluden solamente a la kabila de la que forma parte, Mazuza, de forma genérica, si bien es cierto que dentro de la kabila, el poblado más importante seguramente ha sido Nador. Dentro de la documentación existente en los archivo españoles  son relativamente frecuentes las alusiones a la cabila de Mazuza, pero casi siempre mirada bajo la óptica del enemigo secular de Melilla, es decir, considerando el número de combatientes a pie y a caballo con el que la plaza española podría enfrentarse en algún momento.

El primer documento que he visto en que se anota alguna información más, aunque muy simple, es una descripción de  Guelaya, de 1722, en el que aparece el siguiente párrafo: Por el Sur de Melilla, a distancia de dos leguas, están situados dos lugares, muy inmediatos uno de otro, llamados Mesujar y Fargana, que se componen entre los dos de 300 vecinos, entre los cuales pueden tomar armas 300 hombres, comprehendidos 20 cavallos. Hay una referencia genérica, pues, al número de hogares, y aparece el nombre de Farhana, con lo que podemos deducir que, como en la actualidad, ambos núcleos de población concentrada eran, si no únicos, que es lo más probable, los de mayor importancia de la kabila.

Ninguna referencia más he podido encontrar con relación a  estos pueblos. Hasta finales del siglo XIX, solamente siguen apareciendo, con frecuencia, datos sobre combatientes y su forma de guerrear. En la magnífica memoria que el capitán Alvear elaboró tras su estancia en Melilla en 1846, se extiende algo más sobre las kabilas de Guelaya y sus habitantes, pero sin referencias a poblados concretos, poniendo mayor énfasis en su condición de enemigas, si bien, excepcionalmente, también dedica algunos párrafos a describir el  carácter y costumbres de los naturales y las  producciones del país,

En 1886, y acompañando al cherif Uazani, llega por Melilla el explorador Duveyrier, procedente de Argelia; pasa por Nador, que él llama Mezudya, donde dice que vive Sidi el Hach Hadú. Se refiere, sin duda, el Hach Haddú ben Mesaud, al que Duveyrier  asigna la función de cadí, cuando en realidad era el caid de Mazuza. El explorador  afirmaba que “desde este elevado punto se disfruta de un hermoso panorama sobre la sebja”, la Mar Chica, que entonces estaba dividida en dos grandes charcas, puesto que desde hacía varios años la bocana estaba cerrada y no se volvería a abrir hasta el año siguiente, en 1887; de la sal procedente de las salinas formadas por la desecación los naturales hacían un lucrativo negocio. El hermoso panorama al que se refiere Duveyrier nos lleva al nombre de Nador; es decir, mirador, lugar desde se contempla un amplio panorama, que es el que se divisaba desde las llamadas Tetas o desde el monte Arbós, y que, en la misma línea, Moulièras traduce como atalaya; este autor describe, sucintamente, a Nador, como puerto de mar de 100 hogares. (Moulièras.- Le Maroc…1895)

Leo por primera vez el nombre de Nador en su Reseña general del Rif, publicada por Francisco Coello en 1894, dentro de un  Boletín de la Real Sociedad Geográfica, pero ignoro de donde lo ha tomado, puesto que Coello, que pasaba por ser el más distinguido geógrafo de su tiempo, no estuvo nunca en parte alguna del Rif. Probablemente de alguna revista geográfica francesa, que extraía su información de los numerosos rifeños que acudían año tras año a la recogida de la cosecha en Argelia. Es el mismo sistema utilizado por Duveyrier o Moulièras, e incluso por aquel embaucador llamado Alberto Suárez de Lorenzana, maestro de obras en la Comandancia de Ingenieros de  Melilla hacia 1889, que mandaba a la  Sociedad geográfica itinerarios supuestamente seguidos por él en  Marruecos (incluido el Rif) sin haber pisado nunca el país.

El marqués de Segonzac, que pasó por la zona en 1901, hizo una descripción algo más concreta de Nador. Viniendo del Sur, veía como en las laderas de los montes de Mazuza sus habitantes cultivaban los terrenos en  terrazas bordeadas de muros de piedra. El pueblo se componía de casas bajas, sin ventanas y con techos planos, casas que apenas se distinguían de las rocas desprendidas de la montaña. (Segonzac.- Voyages…1903)

Más detallada es la descripción que en 1907 daba El Telegrama del Rif con datos facilitados por Gabriel Delbrel, que en aquella época se hallaba preparando su conocido libro sobre el Rif. En números posteriores el diario proporcionaba más datos sobre el poblado.

Según el diario melillense Nador estaba formado por un caserío grande y compacto, de unas 150 viviendas  situadas en las laderas de las llamadas Tetas, a unos 150 metros del camino que de Zeluan conducía a Melilla, y todas ellas rodeadas de chumberas, como era habitual en todo el Rif. Eran unas viviendas primitivas, de paredes desiguales formadas por piedras unidas con una mezcla de barro y cal.

Nador 1909.

Al poblado había sufrido el saqueo de los partidarios del Roghi en dos ocasiones, en los años 1903 y 1905, y se veían muchas casas abandonadas; antes de comenzar la campaña de 1909, se estimaba que al menos dos terceras partes estaban deshabitadas, viviendo en ellas numerosos mendigos, en su mayor parte mujeres ciegas que pedían limosna en la carretera general. La población de Mazuza se estimaba en unas 7.000 almas, siendo Nador la población principal.

Por Manuel Becerra (Notas referentes…1909), en las cercanías del pueblo, tanto e las terrazas mencionadas como en las llamadas Huertas del Fid, en el llano, se cultivaba la cebada, con cuyo cereal se confeccionaba el pan, base de la alimentación del los naturales, y se hallaban árboles como olivos e higueras. Todas las huertas disponían de abundante agua, que se extraía de los pozos existentes en la mayoría de las fincas.

Nador 1910.

Tanto Nador como la zona circundante fueron abandonados en agosto de 1909, en plena campaña militar. Cuando las tropas entraron en el poblado, el 25 de septiembre siguiente  terminaron de destruir lo poco que quedaba indemne, para evitar que el enemigo se atrincherara en las viviendas. Solo permaneció casi intacta, algo dañada por los impacto de la artillería, la mezquita del poblado, un edificio conocido como  Yamaa al Baida, por el color blanco de sus paredes, edificio religioso que tenía la rara particularidad de no tener alminar, y que puede verse en una de las fotografías  que acompañan al texto. La destrucción del poblado fue muy criticada por la mayoría de los jefes y oficiales presentes en la zona, tal como asegura el norteamericano  Ashmead-Bartlett, presente en el lugar y espectador de los hechos. Por cierto que el corresponsal americano calificaba a Nador como “poblado muy bonito, amplio y disperso, densamente cubierto de chumberas”.

 Nador (Septiembre 1909)

Terminada la campaña, y establecido en el lugar un campamento español, el pueblo antiguo quedó abandonado, el zoco tradicional, que se hallaba en las cercanías fue trasladado al pie del Arbós, y sobre el llano inmediato a la Mar Chico  se fundó la actual ciudad de Nador, con proyecto del comandante de Ingenieros Luis Andrade Roca, cuyas primeros edificios pueden verse en la fotografía mencionada al principio.

lunes, 25 de octubre de 2010

LOS TELARES DEL RIF

Telar de Beni Bu Gafar.

La foto de Lázaro que acompaña al texto muestra uno de los antiguos telares utilizados en el Rif hasta que la implantación del protectorado en Marruecos y la difusión de tejidos de mayor calidad y de precio asequible a todo el mundo los hizo desaparecer, ya que en las tiendas del Mantelete de Melilla, en las que se vendían esta clase de géneros procedentes de la zona occidental de Marruecos, los ofrecían en mejores condiciones de calidad y precio. En todas las kabilas, desde Quebdana a Bocoya al menos, existían telares, al servicio, cada uno de ellos, de una o dos familias. La confección de tejidos en telares de este tipo constituía una de las pocas industrias existentes en la zona, industrias muy rudimentarias y limitadas, al decir de Delbrel (Geografía general….1911), pero que bastaban, a principios del siglo XX, para satisfacer las necesidades básicas de la población. Elementos artesanos de fabricación propia, que pasaban de padres a hijos desde tiempo inmemorial. Con las telas producidas se confeccionaban chilabas y jaiques cuyo cosido, curiosamente, en muchos casos era trabajo propio de los tolbas (estudiantes) y no de las mujeres como en principio se podía pensar; vestuario de uso familiar que en su mayor parte no se ponía en venta.
 
En 1921, cuando se elaboraron los llamados cuestionarios de kabilas, promovidos por el coronel Morales, la mayor parte de aquellos telares habían desaparecido, y en kabilas como le de Beni Bu Ifrur ya no quedaba ninguno. En cambio, en el mismo año, en las kabilas de Beni Sidel y, sobre todo en la de Beni Sicar, aun se conservaba la tradición, teniendo la primera unos 75 telares y la segunda 130.
 
Una chilaba llevaba 40 días de trabajo, entre el del telar y el de la confección, y su precio en el mercado podía alcanzar las 70 pesetas, el importe de lo que ganaba mensualmente un jornalero en Melilla.
 
La lana, de producción local o de kabilas cercanas, se lavaba y cardaba, se colocaba en la rueca y desde el huso de madera se liaba en la devanadera; los hilos se empaquetaban en madejas hasta llegar a la cantidad necesaria para elaborar la prenda; se colocaban en el telar los hilos que habían de formar la urdimbre, arrollados en unos trozos de caña lastrados con una piedra para mantenerlos tirantes; en la lanzadera de madera se colocaba el hilo transversal que debía formar la trama.
 
Con un pedal, los hilos de la urdimbre se separaban alternativamente de forma tal que la lanzadera, manejada manualmente por el artesano, penetraba entre aquellos.
 
Cada cinco o seis pasadas, un madero con púas apretaba el tejido para hacerlo compacto. Recientemente he visto en algún pueblo de Turquía un proceso similar.
 
Como a la lana no se le quitaba la materia grasa, las chilabas confeccionadas con aquella tela resultaban impenetrables para el agua. Las chilabas pardas, típicas del rifeño de modesta condición social, se hacían con lana negra, y los jaiques, más habituales en los notables de las kabilas, se fabricaban con lana blanca. En Beni Urriaguel se fabricaban chilabas de colores negro, blanco y colorado.
 
En la fotografía adjunta son claramente visibles el telar y, en primer plano, la rueca y la devanadera.

sábado, 25 de septiembre de 2010

ALHUCEMAS 8 DE SEPTIEMBRE DE 1925

 La foto fue tomada por la Aviación militar poco antes del desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925.

Llama la atención la total ausencia de señales de vida en la zona comprendida en la foto, pues ni siquiera se aprecia  tipo alguno de construcción ni de arbolado.

En ese terreno se levanta hoy la ciudad de Al-Hoceima.

Esta ciudad, que en la actualidad cuenta con una población de 60.000 habitantes, fue fundada en el mes de octubre siguiente, a instancias del general Saro, nombrado Jefe de la zona tras su ocupación por la columna que llevaba su nombre.

Con las fuerzas militares fueron llegando buen número de vendedores ambulantes que se fueron distribuyendo desordenadamente por el terreno. Eran aquellos a los que, según Guerrero (La columna Saro…1926)  los soldados llamaban irónicamente  capitalistas, pero que, según el mismo autor, resultaban imprescindibles por su labor humanitaria.

Inmediatamente fueron llegando solicitudes para establecer, junto con los habituales comercios, industrias, teatros, cines y otros tipos de pequeñas empresas.
Nuevo poblado del Quemado (noviembre 1925, album del general Saro).

Avanzado el mes de octubre, el general Saro entendió que había que poner orden en la zona, y para ello pensó que la mejor forma era la fundación de un nuevo poblado, poblado que en principio se llamaría  Cala-Quemado. Se dieron las oportunas órdenes al Estado Mayor, y este ordenó la confección, por parte del Cuerpo de Ingenieros, de un proyecto urbanístico, para lo que se realizó el oportuno plano. En él figuraban las líneas básicas urbanísticas que aún se conservan en la parte más antigua de la ciudad de Al-Hoceima, entre ellas la calle principal, a ambos lados de la cual se establecieron los principales comercios.

A fines de mes se reunieron se reunieron los jefes de Estado Mayor, Ingenieros, Artillería, Sanidad, Veterinaria y los principales comerciantes, de cuya reunión salió el Reglamento de organización del nuevo poblado, que fue aprobado por el general Saro el 30 del mismo mes.

El artículo 1º decía: Se entenderá por Poblado de Cala-Quemado el conjunto de edificaciones de mampostería y las llamadas chavolas enclavadas en las parcelas numeradas en el plano de urbanización proyectado por la Jefatura de Ingenieros del sec tor, y aprobado por la Superioridad, y habitadas por paisanos europeos, indígenas y hebreos dedicados al comercio o em pleados del Estado, todos los cuales quedan obligados a acatar y cumplir todo lo estatuido en el presente Reglamento y demás disposiciones que se dicten por la Junta Local o por la Autori dad Superior Militar del Sector.

Se designaba el emplazamiento de comerciantes e industriales, se creaba una Junta Local de Servicios, una Hacienda local llamada Fondo del Poblado, y se determinaban los distintos sistemas de recaudación.

Este es el núcleo fundacional de la ciudad que con el  tiempo se llamaría Alhucemas, Villa Sanjurjo y, en la actualidad, Al-Hoceima.

sábado, 20 de febrero de 2010

SIDI MESAUD (BENI BU GAFAR)

Morabo de Sidi Mesaud

La fotografía que acompaña a estas líneas ha sido una de las más divulgadas en publicaciones diversas durante la época del protectorado español en Marruecos, en las que algunas veces aparece sin identificación.
Original de Carlos Lázaro Muñoz, muestra en primer término el morabo de Sidi Mesaud, en la kabila de Beni Bu Gafar.
En ella puede verse el morabo y el kabileño a cargo del mismo, supuestamente un descendiente del propio santo. Al fondo se aprecia la playa y la confluencia de los arroyos Haduba y Timaardin, este último más conocido en la época a la que pertenece la foto (1914) como arroyo Sidi Mesaud. A la derecha, el Kol-la, una eminencia de unos 20 metros de altura, a cuyo pie se hallaba la desaparecida ciudad de Cazaza, cuyos últimos restos visibles desaparecieron en los años ochenta del pasado siglo tras una repoblación forestal.
La blancura del morabo, que destacaba sobre el paisaje circundante, servía de referencia a los navíos, según Vicendon (Description…1857), para identificar la zona. 

 
Sidi Mesaud (situación)

Gracias al especial impulso de Gabriel de Morales, involucrando de forma activa a las oficinas de Policía Indígena en la recuperación de la historia local basada casi en su totalidad en la tradición, se conservan las memorias derivadas de aquella magnífica iniciativa, de la que extraigo algunos de los datos que acompañan a la fotografía.
El morabo de Sidi Mesaud era (si no sigue siendo) al que más devoción y respeto profesaban los naturales de la kabila, basado en gran parte en las historias fantásticas que sobre él corrían.
Según unos Sidi Mesaud nació en la kabila; según otros llegó procedente de Granada hacia el año 1600, acompañado  de unos centenares  de moros españoles, estableciéndose en Beni Bu Gafar. Falleció  a los 20 años de su llegada, siendo enterrado en el santuario de su nombre.
Entre las varias leyendas forjadas alrededor de su personalidad, la tradición conservada menciona que en el montículo del Kol-la hubo un castillo construido hace mil años  por los portugueses; el castillo fue tomado por Sidi Mesaud, que lo voló por medio de minas, asegurando la memoria popular que al derrumbarse hizo naufragar a un barco inglés refugiado en la costa. En lo alto del Kol-la, efectivamente, podemos ver huellas del pasado, aunque creo más bien que se trata del lugar ocupado por el vigía de la costa en la antigua Cazaza.
En las ruinas del castillo, dice la leyenda, vivió Sidi Ahmed el Hach, cuya tumba se halla en el Gurugú, y cuyos descendientes viven o vivían en la península de Tres Forcas.